Hubo en la Hermandad un prioste que al ver aquella sola rosa que llegaba entre tantos ramos de flores en la mañana del Lunes Santo la encañó y la puso, en el monte, bajo la mano del Cristo. Parecía sangre florecida. Inaki vio la cofradía y lloró cuando alguien le advirtió donde su rosa iba. Su mujer murió. Ya no trabaja en Sevilla, pero esté donde esté cada año llega una rosa a San Andrés , memoria de un amor, suplica por la vida. Igual que la Feria de Abril la inventó un vasco, otro vasco, descreído y tibio en las cosas divinas, levantó la belleza de la leyenda de la rosa en la que florece la sangre del Cristo de la Caridad...
Extraído del libro "Guía apasionada de la Semana Santa"
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